Salvador Hernández Vélez
En el mundo de las redes sociales, es decir, en el mundo de hoy, llevamos siempre el trabajo con nosotros. Lo cargamos a nuestra casa después de la jornada laboral. Tampoco podemos desprendernos de él los fines de semana. Nos corteja hasta en las vacaciones y para acabarla de amolar, lo hacemos acompañante inseparable en el sueño ¿a dónde vamos a llegar con este estilo de vida? ¿Qué nos depara el futuro de seguir a estos ritmos de trabajo?
El filósofo coreano Byung-Chul Han sostiene en su libro La sociedad del cansancio que las enfermedades neuronales del siglo XXI siguen una lógica, que resulta de la superproducción, el superrendimiento y la supercomunicación. Que hoy las pandemias no son ni bacteriales, ni virales, sino neuronales: la depresión, el Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad (TDAH), el Trastorno Límite de la Personalidad (TLP) o el Síndrome de Desgaste Ocupacional (SDO). Ellas son el pan nuestro de todos los días.
Lo más preocupante es que la gente no lo nota, porque el trabajo excesivo se ha vuelto hábito. Felipe Uribe Prado, especialista en temas laborales de la Facultad de Psicología de la UNAM, desde hace unos años ha analizado las características del SDO. Él descubrió que alrededor del 40 por ciento de la población acepta haber tenido los síntomas: problemas de sueño, trastornos psiconeuróticos, psicosexuales, gastrointestinales, dolor muscular, adicciones o ansiedad.
Por otra parte, Han, en su profundo y pequeño texto, comenta que la sociedad disciplinaria de Foucault, que consta de hospitales, psiquiátricos, cárceles, cuarteles y fábricas, no se corresponde con la sociedad de hoy. En su lugar, se ha establecido otra muy diferente: una sociedad de gimnasios, torres de oficinas, bancos, aviones, grandes centros comerciales y laboratorios genéticos.
La sociedad del siglo XXI ya no es disciplinaria, sino de rendimiento, donde sus habitantes ya no aceptan ser “sujetos de obediencia”, se jactan de autonombrarse “sujetos de rendimientos”.
La sociedad disciplinaria es una sociedad de la prohibición, de la negatividad. En cambio, la sociedad del rendimiento es una sociedad de la positividad. Los proyectos, las iniciativas y la motivación reemplazan la prohibición. La sociedad disciplinaria genera perturbados y criminales. La sociedad del rendimiento, produce depresivos y fracasados. Como el objetivo es aumentar la productividad se sustituye el paradigma disciplinario por el de rendimiento, por el esquema positivo del poder hacer. El sujeto de rendimiento es más rápido y más productivo que el de obediencia.
En la sociedad del rendimiento domina el verbo poder, en la sociedad de la disciplina, la de las prohibiciones, el verbo deber es el que reina. El ser libre a la manera de la sociedad del rendimiento conduce a la depresión y al agotamiento. La presión que nos imponemos nosotros mismos creemos que es libertad, no que es coacción. En suma, el régimen neoliberal esconde su estructura coactiva tras la aparente libertad del individuo. De ahí que quien fracasa es, además, culpable y carga solo con su culpa.
En un mundo ferozmente competitivo, donde la estabilidad y la seguridad en el empleo están cada vez más mermadas, los asalariados tienen que demostrar su valía trabajando cada vez más horas y manifestando una creencia cada vez más optimista en sus proyectos y productos.
Lo que en otro tiempo eran signos clínicos maníaco-depresivos, se han convertido ahora en el objetivo de las terapias y del aprendizaje para alcanzar el éxito. Hoy estar conectado compulsivamente en Facebook o en Twitter es algo que se considera una necesidad y quien no lo esté, es un desadaptado. Ya llegará el tiempo en que entendamos que eso es un verdadero problema.
Así como antes era motivo de orgullo fumigar los campos de algodón con pesticidas organoclorados, y las chimeneas de Peñoles en Torreón y de Zincamex en Saltillo que contaminaban todo el día y ¡hasta lo presumíamos!, pero llegó el día que entendimos que eran muy dañinas para la salud.
Hoy nos empezamos a dar cuenta que las innovaciones tecnológicas no nos han liberado del trabajo. Que el trabajo y la vida misma se confunden. Uno está disponible, conectado siempre a su celular, las tardes y las noches para ser más eficaz. Hoy hacemos varias tareas al mismo tiempo. Nunca se puede descansar. Hoy solo tenemos el tiempo del trabajo.