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‘Labestida’

Un enorme abrazo con todo mi cariño, mi respeto, mi solidaridad y mi reconocimiento profesional a mi gran amigo Arturo Aguilar Castorena, quien con una gran entereza y sentido de la responsabilidad se mantuvo firme al pie del cañón –de los micrófonos pues-, cumpliendo con su trabajo a pesar del enorme dolor que le invadía por la muerte de su hermano
Julián Parra Ibarra
Hace 18 años por razones profesionales me encontraba en la zona del Bajío; concretamente radicaba en Irapuato, a donde fui invitado para hacerme cargo de la subdirección editorial del diario El Centro. Me tocó ser testigo del último tramo del mandato de Vicente Fox Quesada como gobernador de Guanajuato, y del inicio del armado de la estructura de la organización ‘Amigos de Fox’, sus arrebatos, desplantes, vestimenta y botas vaqueras, y su cinto con una enorme hebilla con su apellido.

Todo lo anterior junto, le ganaron simpatías en todo el país, pero principalmente –obvio- en su tierra, Guanajuato, donde le festinaban todo, hasta un lenguaje ‘políticamente incorrecto’ para alguien que aspiraba a ser presidente de la República. Le seguí de cerca, le escuché con detenimiento, le vi emprender acciones que me parecía que eran más de un merolico que de alguien que tuviera la capacidad para dirigir los destinos de un país como el nuestro.

El hartazgo de la gente sobre todo de los más recientes gobiernos priistas –Zedillo, Salinas, De la Madrid, López Portillo, Echeverría-, fueron tierra fértil en la que se desarrolló espectacularmente la semilla de la mercadotecnia. Fox había sido un empresario fracasado que había quebrado al menos un par de las empresas de la familia que habían puesto en sus manos. Su único logro destacado era haber sido funcionario de Coca-Cola y luego en la política encontró el nicho para crecer.

Lo anterior, sumado a una de las peores candidaturas que jamás haya tenido el PRI en su historia –otra fue la de Roberto Madrazo-, con un Francisco Labastida Ochoa mediocre, apocado, gris, temeroso, timorato y carente de ideas y propuestas, que jamás logró, ya no digamos conquistar a los grandes públicos, sino siquiera encontrar la fórmula para contestar o sacudirse las frases burlescas que le dirigió Fox a lo largo de toda la campaña.

‘Labestida’, le decía el guanajuatense; ‘Mariqueta’, le repetía cada vez que ante los grandes públicos quería ridiculizar al abanderado priista. Y arrancaba las carcajadas, los aplausos y la simpatía de la gente, porque aquél hombre encarnaba a millones de mexicanos que aunque lo querían, no tenían la posibilidad de hacerlo. Por eso tanta popularidad y simpatía encontraba en su famosa frase de sacar a las tepocatas y víboras prietas de ‘Los Pinoles’.

Labastida Ochoa, al mes de marzo del 2000, registraba una preferencia electoral efectiva de 46 por ciento, mientras que Fox estaba detrás de él con 39 por ciento de la intención del voto y el ‘Cuatemochas’ Cárdenas Solórzano muy, muy detrás con apenas el 12 por ciento.

Al día de las elecciones Fox no solamente remontó los 7 puntos que traía de desventaja, sino que ganó con 6.55 puntos porcentuales de diferencia, es decir, casi le sacó otros siete puntos a un gris abanderado priista que aún antes del día de los comicios ya se había resignado -estaba derrotado- a pasar a la historia como el primer candidato priista en perder unas elecciones presidenciales.

A 18 años de distancia, las condiciones son muy distintas, y hasta me atrevería a decir que inversas: Con seguidores y críticos como todos, Enrique Peña Nieto trae uno de los mejores manejos en términos de mercadotecnia, trae el ‘timing’, sabe cuándo aparecer y cuando retraerse, lo que le ha permitido sortear de manera positiva las andanadas de críticas, sobre todo las que le generaron el hecho de no haber podido decir cuáles eran los tres libros que habían marcado su vida.

El mexiquense supo capotear el temporal, y logró mantenerse en el nivel de la preferencia electoral en las encuestas, que le ubicaban al arranque de las campañas con 18 puntos en promedio por encima de Josefina Vázquez Mota, con todo y que de manera natural, al haber llegado ‘a tope’ al momento de su designación como candidato priista, hacia el único lugar que podía moverse era hacia abajo; contrario a sus oponentes, que de manera natural tenían hacia arriba el espacio natural para moverse.

Con todo y los movimientos ‘naturales’, ni Peña Nieto ha bajado los puntos que se suponía iba a perder, ni Vázquez Mota ganado los que supone que ascendería. Es más, a la panista es a la que más le han costado los traspiés que ha dado, ya que es la que ha registrado un comportamiento a la baja al momento del arranque de las campañas.

Entre la candidata y su equipo, se han metido ya varios autogoles –remember las descobijadas que le ha dado a Calderón con los temas de la pobreza y la inseguridad, lo del estadio Azul, lo de los elogios a la política pinochetista, su ‘bromita’ en el ITAM contra su alma mater (la Ibero), su visión despectiva hacia la UNAM y sus estudiantes, el otorgamiento del ‘Nobel de la paz’ a Mario Vargas Llosa-, y para colmo al arranque de su campaña, ayer volvió al ojo del huracán en las redes sociales, porque su equipo impidió el acceso a Elizabeth Romero, reportera del portal SDP Noticias, que dirige Federico Arreola, al evento de arranque de campaña.

El hashtag #JosefinaVetaPeriodistas se ubicó en el primer lugar de los Trending Topic en Twitter, reportó en su portal de Internet la revista Proceso, que consigna que “decenas de usuarios arremetieron contra la panista horas antes del arranque de su campaña por haber vetado a la reportera”.
Si bien es cierto que en las dos anteriores elecciones quienes resultaron electos presidentes de la República lograron remontar las preferencias electorales el día de la elección, los entre 18 y 20 puntos con los que aparece el abanderado priista lucen como cuasi imposibles de darles la vuelta, salvo que ocurra una catástrofe o una tragedia –toco madera-.

Enrique Peña Nieto no es ‘Labestida’ ni Josefina Vázquez Mota es Fox ni tiene el arrastre, el carisma y el ‘punch’ de aquél. Otro factor que hasta ahora viene siendo fundamental: Pareciera ser que la presencia del español naturalizado mexicano, Antonio Solá, es más como infiltrado del PRI en las filas del PAN, que aliado de la candidata blanquiazul.

Hasta parecieran de su autoría como constructor de guerras sucias, el haber rescatado de no sé qué bote de basura, antiguos documentos en los que Josefina elogió la política económica del dictador chileno Augusto Pinochet, los conceptos dedicados a la UNAM y a sus alumnos; su bromita de la Ibero y el negarle el paso a la periodista el portal SDP Noticias ¿Qué otras broncas le estará organizando de aquí al 1 de julio? ¿No estará durmiendo Josefina con el enemigo?

 

A LA BÁSCULA