Julián Parra Ibarra
Mis pininos en el periodismo se dieron en el ya lejano 1977 en el periódico Noticias de El Sol de La Laguna allá por el mes de abril. En ese tiempo, Regulo Esquivel Gámez calentaba motores para entrar de lleno en la campaña que lo llevó a ocupar la presidencia municipal de Gómez Palacio durante la administración 1977-1980; la vida y el destino lo llevarían después a la gerencia primero y a la dirección después, del ‘Noticias’, como en La Laguna conocemos al diario en el cual convergimos aunque en tiempos distintos.
El domingo pasado ‘Don Regulo’ decidió ir a reencontrarse con su amada Carmen Leticia, su compañera de toda la vida, quien el último día del año pasado dejó este mundo. El golpe fue demoledor aún para un hombre de carácter y personalidad tan recias, pero que en el fondo albergaba a un niño que sabía sonreír y que congruente con su hablar y ser, poseía un carácter fuerte, unas convicciones firmes, y una solidaridad y amistad de acero.
No le había vuelto a ver desde entonces. El domingo antes del mediodía recibí un mensaje de un amigo mutuo, José Luis Sánchez Cuéllar, dándome aviso de que aquél hombre que pretendía aparecer como un hombre duro pero que nunca perdió su sonrisa de niño, había partido a reunirse con su amada.
No porque no le creyera, sino porque me resistía a que el hecho fuera cierto, pedí a José Luis que reconfirmara la información y por mi lado hice lo mismo. No, no pudo ser lo que yo deseaba.
Durante los servicios funerarios el mismo domingo por la noche instantes antes de la misa de cuerpo presente, José Luis me preguntaba que si Don Regulo había sido mi jefe en noticias. No, le dije, nunca lo fue y quizá por eso es que logramos trabar una bonita amistad. Quizá si hubiéramos sido compañeros, reflexioné en ese momento, no habríamos establecido lazos de amistad sin ningún tipo de interés.
Él en la dirección del Noticias y yo reporteando deportes en La Opinión, más de una ocasión le pedí su consejo y siempre me lo concedió. Recuerdo que cuando lo conocí físicamente tenía un concepto bien diferente al trato que siempre me dispensó.
Que era tipo muy duro, me decían. Le pensé entonces más de dos veces antes de presentarme con él. “Ah, tú eres Julián Parra”, me dijo, “me gusta cómo escribes, sigue así y vas a llegar lejos”.
No, definitivamente este no era este el tipo duro del que me habían hablado.
Con el paso de los años, y muchas, muchísimas charlas y cafés de por medio, un día le busqué para compartirle un proyecto que habría de presentarle a Ismael Hernández Deras ya como gobernador de Durango ante la imposibilidad de presentárselo como candidato.
“Quisiera que lo analizara fríamente y me diera su punto de vista, porque a mí me parece bueno, pero no sé si lo estoy viendo con ojos de ‘papá cuervo’”, le comenté.
Lo revisó con detenimiento, me lanzó varias preguntas con la mirada adusta tras la que se encontraba al verdadero rostro del amigo. “Le va a encantar”, fue lo primero que me dijo esbozando una leve sonrisa, “estos son el tipo de proyectos que Durango necesita y que le darían el dinamismo que Ismael (Hernández Deras) quiere para su gobierno”.
Me indicó el camino a seguir para que el documento llegara a las manos del naciente Gobernador, y le llegó. Lo expuso en una reunión de Gabinete y pidió la opinión de todos porque, les dijo, a él le parecía interesante.
Al poco tiempo me llegó un recado vía Rocío Rebollo –actual alcaldesa gomezpalatina y entonces síndica municipal-, que a su vez le había transmitido su hermano Ricardo –entonces Secretario de Desarrollo Económico de Durango-: Que me mantuviera al pendiente porque el Gobernador estaba muy interesado en el proyecto y en cualquier momento me llamaría; incluso me detallaron que sólo estaba pendiente de definir si habría de depender de la secretaría de Gobierno o de la dirección de Comunicación Social.
Creo que ahí estuvo el detalle. El proyecto se quedó atorado en algún cajón de la burocracia y jamás se volvió a hablar de él. Algún vivo, me dicen, intentó revivirlo en la actual administración como propio, pero parece que tampoco le ha prosperado.
De aquél gobierno de Hernández Deras que muchos abrigamos esperanzas de un cambio por su juventud, pronto, muy pronto muchos nos decepcionamos, entre ellos Don Regulo y yo.
Al tiempo, él fue el enlace para que por primera ocasión me sentara en el Sanborn’s Independencia de Torreón, con José Rosas Aispuro Torres, entonces candidato de la Coalición Durango nos Une, que contendió con el actual gobernador duranguense, Jorge Herrera Caldera.
“Regulo me ha dicho que si quiero tener presencia en La Laguna, hay que estar en contacto con ustedes (Coahuilteca Medios), y viniendo de una persona como él, lo tenía que tener en cuenta, por eso me interesaba mucho platicar contigo”, me comentó Rosas Aispuro.
Y viniendo de quien venía la recomendación y la referencia, era un gran halago. “Siempre te escucho, todas las mañanas te oímos mi esposa y yo”, me refería cada vez que nos encontrábamos, de cuando conducía el noticiero matutino primero con Caro Negrete y después con Vanesa Sifuentes. “Ya no te puedo escuchar tanto por las tardes, ahora más esporádico, pero no dejo de oírte”, me dijo en tono de reclamo cuando pasé a la conducción del noticiero vespertino-nocturno que actualmente comparto con Vianey Leclerc.
Dejamos pendiente una charla con una humeante taza de café de por medio. El domingo –como siempre he pensado que lo hacen los grandes, que eligen la hora de irse-, se marchó sin muchos aspavientos, discreto como siempre fue, sobrio, como para que nomás acudieran a despedirlo sus amigos, y que no llegaran los que están para la foto o para el comentario en las columnas políticas.
El domingo había amanecido esplendoroso: soleado, con un clima cálido tendiente al caluroso típico de nuestra región. Por la tarde, cuando la información empezó a circular, el cielo se puso triste, se nubló, y en sus intentos por contener el llanto provocó ventarrones y tolvaneras.
Pero al final el cielo no pudo más, soltó algunas lágrimas ya comenzada la noche, y creo que hasta motivado por los acordes de “Viejo mi querido viejo/ahora ya caminas lento/ cómo perdonando al tiempo/ yo soy tu sangre mi viejo/ soy tu silencio y tu tiempo”, con el que le despidieron al final de la misa nocturna dominical con su féretro al pie del altar.
Cinthya y Carlos Regulo, sus hijos, cargaron un doble dolor porque bien no se reponían de la partida de su madre, cuando sobrevino la de su padre apenas 85 días después. Entiendo su dolor, pero al mismo tiempo quiero decirles fundido con ellos en un abrazo cariñoso y solidario, que deben estar felices porque el amor entre sus padres fue (es) tan grande, que no resistieron demasiado tiempo para volver a estar juntos, para seguirles dando desde arriba el ejemplo de amor y vida que siempre les prodigaron.
En lo personal, voy a extrañar a Don Regulo, pero él sabe que se lleva todo mi cariño y mi respeto. Y lo voy a recordar siempre con el mismo gusto con que nos saludábamos cada vez que teníamos la oportunidad de estrecharnos las manos y darnos un fuerte abrazo.
Hasta luego, Don Regulo.
A LA BÁSCULA…