JOSÉ VEGA BAUTISTA.
Después de 17 meses de la toma de posesión de Andrés Manuel López Obrador como presidente de México y 20 meses desde que Morena, su partido, asumiera la mayoría de las dos Cámaras del Congreso, la oposición en el país encontró por fin un punto de acuerdo para unificarse: la propuesta para reformar la ley y permitir al mandatario reasignar una parte del presupuesto a discreción durante emergencias económicas.
Y es que tanto los legisladores del Partido Acción Nacional como Partido Revolucionario Institucional, Partido de la Revolución Democrática y Movimiento Ciudadano, se unieron para impedir que Morena y sus aliados, Partido del Trabajo y Partido Encuentro Social, consigan aprobar con modificaciones la iniciativa enviada por López Obrador.
Diputados y senadores de estos partidos de oposición hicieron un llamado a unirse para impedir que se celebre un periodo extraordinario de sesiones del Congreso, donde dicha iniciativa sería aprobada gracias a la mayoría en la Cámara de Diputados y en el Senado que ostenta Morena. (Infobae)
Ante tal postura, el pasado viernes primero de mayo, Mario Delgado, coordinador del gobernante Morena en la Cámara de Diputados, anunció que “En reunión con la presidenta del Senado, Mónica Fernández, realizamos una consulta telefónica con (el subsecretario de Salud) Hugo López-Gatell y su recomendación primaria es NO realizar sesiones extraordinarias en las siguientes dos semanas, dado que será el pico de la epidemia”. Intentando con ello una salida decorosa ante la presión de los partidos de oposición.
Lo sucedido en el Congreso mexicano, no es una derrota ni un triunfo de ningún partido político, en todo caso es un triunfo de la democracia. Recordemos a Charles Louis de Secondat, señor de la Brède y barón de Montesquieu, quien contribuyó de forma original a la teoría social y política.
Para Montesquieu el poder ejecutivo debe estar en manos de uno solo, por ser una función de gobierno que exige casi siempre una acción momentánea y está mejor desempeñado por uno que por varios; en cambio lo que depende del poder legislativo lo hacen mejor algunos que uno solo.
El poder legislativo, en un Estado libre, no debe inmiscuirse en las funciones del ejecutivo ni paralizarlas, pero tiene el derecho de examinar de que manera las leyes que ha hecho han sido ejecutadas. Estos poderes “se neutralizan produciendo la inacción, pero, impulsados por el movimiento necesario de las cosas, han de verse forzados a ir de concierto”.
De esta forma Montesquieu concibe la necesaria división de poderes como la fórmula ideal de un buen gobierno, constituyéndose en el teórico fundamental de la teoría del equilibrio de poderes, que es la columna vertebral de las constituciones que sustentan a la mayoría de los gobiernos del corte social demócrata de la actualidad.
Como vemos, para el caso de México, lo importante es que cada uno de los que conforman los poderes actúe pensando en el país y sus habitantes y que los ciudadanos vigilemos y evaluemos cotidianamente su actuación.
José Vega Bautista
@Pepevegasicilia