¿Por qué ellos sí?
Julián Parra Ibarra
Como ocurre con los actores que saben que la interpretación de un determinado personaje es una imagen provisional y ficticia, pero que no va más allá de lo histriónico, y que nada tiene que ver su vida personal, con la realidad cotidiana, igual pasa con algunos políticos que saben diferenciar perfectamente lo que son los tiempos de campaña, de los tiempos de gobernar. O como dirían en mi pueblo, hay tiempos de tirar los cuetes, y tiempos de recoger las varas.
En ese sentido, el presidente electo de México, Andrés Manuel López Obrador y varios de los actores políticos que protagonizaron la pasada campaña presidencial, han entendido muy bien que el proceso electoral quedó atrás, y que a partir del 1 de julio cada quien tiene que ir asumiendo una actuación que vaya acorde con el papel que la historia y los votantes les asignaron en las urnas.
El hombre de mandaba ‘al diablo las instituciones’ en tiempos electorales, ahora busca fortalecerlas con su discurso, y contra todas las críticas que puedan llover por el cambio de ruta, me parece que está en lo correcto; López Obrador, lo he dicho en más de una ocasión en este espacio, desde la noche misma del 1 de julio entendió que tenía que cambiar el ‘chip’, tenía que dejar de lado la belicosidad con la que se condujo durante muchos años al enfrentar al sistema, al gobierno, ahora tenía que asumirse ya como el próximo presidente de México. Tenía qué convertirse en el ente aglutinador para lograr la pretendida unidad nacional.
Aunque, también llegamos a destacar la peligrosidad de ser rebasado por la masa enardecida y confrontada en la que se convirtió en estas campañas, una buena parte de los mexicanos. En esas anda Andrés Manuel, y ya veremos si su mensaje permea entre la masa como lo consiguió en el periodo electoral.
Uno de los actos más claros de esta nueva etapa y este nuevo papel que le corresponde interpretar, lo fue sin lugar a dudas el encuentro que sostuvo con su ex contendiente, el candidato del PRI en la pasada elección, José Antonio Meade Kuribreña que, por lo demás, provocó una gran urticaria hacia adentro y hacia afuera. La lideresa nacional del Revolucionario Institucional si bien reconoció el hecho como un acto de civilidad, lo deslindó de su partido, arguyendo que había sido ‘una acción personal’.
Hacia adentro en Morena y en el equipo del próximo Presidente de México también causó comezón: Néstora Salgado, actual senadora electa y quien en campaña fue acusada de secuestradora por el abanderado tricolor, pidió a Mead Kuribreña que le ofreciera disculpas públicas por las difamaciones lanzadas en su contra. El simpático Gerardo Fernández Noroña dijo que debido a los ataques que en campaña recibieron del PRI y de Meade, no celebraba el encuentro entre los dos ex candidatos.
Contra todo y pese a todo, allá arriba, los protagonistas de la guerra en que se convirtió la pasada elección presidencial, han dado muestras de que han superado y dejado atrás los enfrentamientos de las campañas, que se puede seguir caminando con civilidad tratando hasta donde sea posible de lograr la conciliación en un país que tanto la necesita debido a lo violentado que ha estado desde hace ya casi una docena de años, y que ya provocó las suficientes muertes y pérdidas de vidas humanas, que ya derramo –y en exceso- los litros de sangre suficientes como para que los mexicanos, entre hermanos sigamos confrontados.
A riesgo de las críticas de uno y otro mando me pregunto –les pregunto, dejo la pregunta sobre la mesa- ¿Si los protagonistas de este capítulo de la historia moderna de México, los que fueron contendientes, se puede sentar a la mesa y con una civilidad absoluta dialogar y hasta elogiarse e intercambiar buenos deseos, por qué abajo, en la masa, no podemos hacer lo mismo?
¿No se podrá que pejistas y antipejistas logren dejar atrás la guerra política, si la arena electoral ya se ha cerrado? No digo ya que se sienten igual a desayunar unos y otros bandos y se intercambien elogios y buenos deseos, pero ¿No se podrá ir transitando, aunque sea paulatinamente, hacia un camino de tolerancia; no podemos dejar de ser tan radicales en los puntos de vista de uno y otro lados de la mesa, y dejar de ser tan agresivos con los contrarios?
¿Por qué, los que fueron protagonistas de esta historia, sí pueden lograrlo y los ciudadanos no? Vale la pena intentarlo, porque lo que sí no vale la pena es que después de la violencia que ha sufrido nuestro país, sigamos violentándonos, confrontados, entre hermanos, como mexicanos. No sé, pensémoslo.
@JulianParraIba