La muchacha guapa
Julián Parra Ibarra
En la actual coyuntura electoral, y dada la nueva conformación política de Coahuila luego de la toma de posesión de los nuevos alcaldes el 1 de enero, el municipio de Torreón podría resultar beneficiado ya que para los dos principales partidos políticos se convirtió en la ‘joya de la corona’, que unos quieren recuperar y otros quieren conservar en las elecciones del 1 de julio próximo.
El gobernador del Estado, el torreonense – y ex alcalde-, Miguel Ángel Riquelme Solís, extendió la mano para trabajar por igual con los presidentes de los 38 municipios coahuilenses sin distingo de colores, de partidos, de filias o fobias. El alcalde Jorge Zermeño Infante ha mostrado una buena disposición de, respetando los ámbitos que le corresponde a cada quien, trabajar de manera coordinada con el gobierno estatal.
Si ambos mantienen esa posición de respeto institucional a Torreón le puede -le debe- ir bien. Con todos los asegunes que le quieran poner, Riquelme Solís finalmente no podrá ir en contra de su querencia, esta es su tierra, fue la plataforma desde la que se proyectó a la gubernatura, y si bien electoralmente para alcanzar esa posición aquí los resultados le fueron adversos, en las horas siguientes de la elección se dijo sorprendido por el resultado y que había qué trabajar intensamente para reconquistar la confianza de los torreonenses.
Torreón le quedó al actual gobernador como una espina clavada, es su municipio, del que viene de ser alcalde, es la segunda ciudad en importancia económica y electoralmente del estado y, por obvias razones intentará reconquistar para su partido, y desde su actual posición hará lo que esté a su alcance para poder lograr ese objetivo a un año de distancia de que su partido perdió la alcaldía.
Enfrente, el alcalde Zermeño ya está desde hace tiempo bien definido que irá en búsqueda de la reelección para la administración de tres años, e incluso logró capotear y amainar la tormenta interna de su partido en la disputa por esa candidatura. Consiguió lo que muchos veían imposible: que Luis Fernando Salazar se bajara de la competencia y le dejara motu proprio el camino libre para buscar la reelección.
Zermeño Infante consiguió y tiene la confianza de la gente para ir en pos de la alcaldía de tres años. Es un hombre maduro, sereno, que sabe de las necesidades del municipio que gobierna por segunda ocasión, está comprometido con la gente que confió en él. Su actuar tiene que ser de igual manera con mucho respeto, pero con mucha prudencia, con la flexibilidad y apertura de un hombre que busca lo mejor para su gente.
Ambos, Miguel Riquelme y Jorge Zermeño, en este corto lapso deberán demostrarle a los torreonenses que son hombres comprometidos con su gente, y que más allá de colores y partidos, por encima de todo, privilegiarán en su trato y en su actuar los intereses del municipio, y ahí Torreón como ‘joya’ en disputa deberá ser bien tratado por quienes aspiran tenerla en sus manos para los siguientes tres años.
Este parece ser un buen momento para Torreón, además porque la excelente relación que Zermeño Infante mantiene con la alcaldesa gomezpalatina Leticia Herrera Ale, y con el gobernador duranguense José Rosas Aispuro Torres –de quien fue su coordinador de campaña en La Laguna duranguense-, permitirá –y seguramente así será- consolidar algunos proyectos metropolitanos.
Torreón es en estos momentos como la muchacha guapa del pueblo que es pretendida por dos apuestos galanes que, obvio, se esforzarán al máximo con la finalidad de conquistarla, y para ello los aspirantes deben ser galantes, amables, corteses y atentos.
Uno de ellos sí la quiere conquistar para sí mismo –Zermeño-, y aunque el otro –Riquelme- no es directamente el enamorado, sí antes de marcharse del pueblo se fue con una espina clavada y aunque todavía no se sabe o no se ha definido quién será el pretendiente al que representará, sí tiene las posibilidades de fortalecerlo para hacerle aparecer como el mejor partido para esta chica que, si demás de bella es inteligente, es crítica, independiente, y sabe pelear y luchar por lo que quiere, por lo que más le conviene.
Nadie dijo que la disputa será fácil, pero la belleza de la pretendida, bien vale la pena ¿O no?