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A LA BÁSCULA

Una nueva etapa

Julián Parra Ibarra

Después de casi un semestre de incertidumbre, este viernes inicia en Coahuila una nueva etapa con la toma de posesión de Miguel Ángel Riquelme Solís como Gobernador Constitucional del Estado. Esta es la primera vez que un torreonense asume la primera magistratura del estado, un sueño largamente acariciado por la gente de la Comarca Lagunera.

El largo proceso de judicialización, atizado por los muy marcados diferendos en los criterios aplicados por los consejeros del Instituto Nacional Electoral (INE) y los magistrados del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF); por la aparición de cualquier cantidad de ‘fake news’ o noticias falsas; y un muy marcado encono que se hiperbolizó debido al uso intensivo de las redes sociales, entorpeció la transición y prácticamente sobre la hora el nuevo Gobernador de Coahuila terminará de integrar su Gabinete y ponerse a trabajar desde el primer minuto de su administración.

Riquelme Solís vivió durante el proceso en que fue electo como alcalde de Torreón hace cuatro años, un escenario si no tan complejo como el que le tocó protagonizar camino al Palacio Rosa, sí difícil porque perdió en el ‘mano a mano’ con su principal adversario, el panista Jesús de León Tello, y alcanzó la victoria gracias a los votos que le allegó la ‘chiquillada’, con los que el PRI había establecido alianzas electorales.

Entre el día de la elección y su toma de posesión, casi siete meses después, Miguel realizó un trabajo intenso con un muy cercano equipo de trabajo, visitando municipios con cierta similitud con Torreón, y en los que se hubieran implementado programas de gobierno que resultaron exitosos de manera probada.

Estuvo por León de donde trajo la idea del Metrobús, en Aguascalientes de donde surgió la idea del parque lineal Línea Verde, en Querétaro de donde trajo el esquema del Implan; en Ciudad Juárez y Tijuana, revisó los modelos de seguridad pública. Es decir, no perdió el tiempo, por lo que desde el primer minuto en que se sentó en la silla de Presidente Municipal, se puso a

trabajar en los temas ya debidamente focalizados, no llegó a revisar, a planear y a ver qué era lo había que hacer. Eso ya lo sabía y por eso llegó directo al trabajo.

El camino por el cual llegó a la alcaldía primero, y a la gubernatura después, ha sido de terracería y cuesta arriba, pero el que este viernes asume por la dimensión de la responsabilidad, podría resultarle más complicado, sobre todo porque se abrió una brecha muy grande con sus competidores y con una porción importante de la población de la entidad que votó por opciones diferentes a la suya.

Pero eso fue en la campaña, en el proceso electoral, en el tramo de la judicialización y en los tribunales.

Esas etapas, sin embargo, deben de quedar atrás, ya fueron superadas. Hayan votado o no por él, simpaticen o no con el partido que representa, Miguel Ángel Riquelme Solís será el gobernador de Coahuila por los siguientes seis años, y dependiendo de los resultados que ofrezca será el impacto que tendrá en los coahuilenses, para bien o para mal.

Por ello, me parece que a ningún coahuilense le conviene un gobernador débil, titubeante, manipulable, controlable, porque ello no nos conduciría –a nadie- a buen puerto. Así como Miguel desde el primer minuto de este viernes deberá despojarse de colores partidistas para gobernar para todos los coahuilenses, igual los coahuilenses más allá de colores y simpatías, de filias y fobias, por el bien del Estado y de todos quienes aquí habitamos debemos aportar la parte que nos corresponde dependiendo de la trinchera en la que nos encontremos, para tener un Estado fuerte, un Gobernador fuerte.

Esto no significa ni estoy proponiendo dejar de estar atentos a su quehacer como gobernante, ni que no se le cuestione ni exija; por el contrario, porque Coahuila sobre todo en materia de deuda pública necesita transparencia, tenemos que estar muy cercanos y vigilantes. Además los tiempos actuales exigen gobernanza, esto es, que los gobiernos trabajen de la mano con los ciudadanos, porque finalmente los logros no los puede realizar ningún gobierno, si no cuenta con el apoyo pero también con la confianza de sus ciudadanos.

Y, un punto fundamental es que atendiendo las reglas no escritas de la política, que quienes le antecedieron en el cargo, estén preparados –como dijera Enrique Martínez y Martínez-, para dejar de ser. Esto es, que se deje de lado la eterna tentación de querer seguir influyendo en la vida y en las decisiones del estado, y se entienda que a partir del primer minuto del viernes 1 de diciembre, el gobernador de Coahuila se llama Miguel Ángel Riquelme Solís, y por supuesto que de su propia firmeza y fortaleza, depende que ejerza el poder libremente, sin ataduras al pasado, y sin compromisos al futuro.