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A LA BÁSCULA

Los juegos del hambre

Julián Parra Ibarra

Desde hace poco más de un año Coahuila no ha podido estar en calma, en el ámbito de lo político-electoral. A estas alturas del partido durante 2016 en un trabajo periodístico en la revista Metrópolis (https://issuu.com/revistametropolis/docs/metr__polis_90_noviembre), dábamos cuenta de que había demasiados tiradores para una sola silla: la de la gubernatura del Estado.

En noviembre de hace un año por el lado del PRI estaban enlistados además de Miguel Ángel Riquelme Solís -actual Gobernador electo-, Enrique Martínez y Morales, Jericó Abramo Masso, Hilda Flores Escalera, Armando Luna Canales, Javier Guerrero García (que finalmente desertó del PRI y compitió como candidato Independiente), y hasta el nombre de Tereso Medina llegó a aparecer.

Además del ‘Moreno’ Armando Guadiana Tijerina y del udecista Evaristo Lenin Pérez Rivera, por el lado de los panistas aparecían los nombres de Guillermo Anaya Llamas, Isidro López Villarreal, Gerardo García, Luis Fernando Salazar, Marcelo Torres Cofiño, Silvia Garza, y hasta José Ángel Pérez Hernández, quien al cabo renunció al PAN y participó como abanderado del Partido del Trabajo (PT).

Cinco meses después de realizada la jornada electoral para la renovación de la gubernatura, esa batalla no está concluida cuando ya está en marcha la siguiente. Por primera ocasión en la historia de la entidad, dos elecciones se han traslapado, es decir, el asunto de la gubernatura de Coahuila sigue su proceso de judicialización, y aunque ahora sí ya es cosa de días, quizá horas –y no se sorprenda si le digo que cuando usted esté leyendo estas líneas podría ser que el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, haya emitido ya el fallo final, ese que es inatacable e inapelable-, la ebullición política en el estado está alcanzando uno de sus máximos puntos, para la definición de las candidaturas a las senadurías y las diputaciones, así como a las alcaldías de los 38 municipios para periodos de tres años, que acompañarán a la elección presidencial del año entrante.

Pareciera que estas competencias son ‘Los juegos del hambre’ (por el poder) y mire si no. Le doy un botón de muestra: Luis Fernando Salazar, quien se le fue a la yugular al dirigente nacional de su partido, Ricardo Anaya, porque no consiguió la candidatura que le fue otorgada a Guillermo Anaya, a través de la tribuna del Senado y aprovechando los espacios que le abre en los llamados ‘medios nacionales’ la posición que ahora ocupa, ha sido uno de los más férreos críticos del manoseo de la que ha sido objeto la elección para Gobernador, misma que ha arreciado en los días recientes cuando está a punto de emitirse el fallo final.

Los que están cercanos a Salazar Fernández dicen que trae prendidas dos veladoras: si bien no quita el dedo del renglón para hacerle la guerra al alcalde electo de Torreón, Jorge Zermeño, para el proceso del año entrante en que estará en juego la alcaldía para un periodo de tres años; trata de empujar por todos los medios para conseguir que la elección de Coahuila se anule –con el supuesto de que Riquelme y Anaya rebasaron los topes de gastos de campaña-, para conseguir que el candidato panista en una eventual elección extraordinaria sea ¿sabe quién? ¡Claro! Luis Fernando Salazar.

El actual Senador trae, dicen los que saben, todo el apoyo –moral pero también económico- del ex diputado local y ex presidente del Comité Municipal del PAN en Torreón, Miguel Batarse, para que le apueste con todo a una eventual anulación de la elección, porque a su vez quiere ‘descarrilar’ a Memo Anaya, deseo que tiene su origen en una vieja rencilla que protagonizaron los hijos de ambos, y que en los hechos ya le rindió frutos en la proveeduría de la información que vía el ex panista Luis Gurza, habría llegado en campaña al ‘war room’ priista.

Como quiera que sea, Luis Fernando no le quita el ojo al edifico de la Plaza Mayor en esto que parecen ser los ‘Juegos del hambre (por el poder)’, es decir le está tirando a todo lo que se mueva con tal de alcanzar una nueva liana, porque de la que se sostiene ahora, la de la senaduría, se le termina en un año.

Una de las dos velas que tiene encendidas, se le podría apagar en los próximos días, en las próximas horas –sobre todo ahora que ha resultado salpicado por su supuesta relación con grupos de la delincuencia organizada-; y la segunda, salvo que cometan otra marranada, va a ser muy difícil que le arrebate la candidatura a la alcaldía de tres años a Jorge Zermeño, quien trae como su principal fortaleza el respaldo y apoyo de la gente. Habría que ver la ovación al alcalde electo que le dieron en un lleno Teatro Nazas al momento que lo nombraron, durante el evento de los 100 años del periódico Milenio La Opinión Laguna.

Nomás para tantearle el agua a los camotes.