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A LA BÁSCULA

¿Tú ya donaste?

Julián Parra Ibarra

Por más que lo intento, no, no logro encontrar la paz y el sosiego después de haber visto una tras otra las imágenes de la destrucción, el dolor y la muerte provocados por el sismo de 7.1 grados en la escala de Ritcher. Las imágenes, los sonidos, los gritos, los quejidos, los ayes de dolor son impactantes, demoledores y encima de la contención de la rabia, de dolor y las lágrimas, está la impotencia de no poder estar ahí cerca, para ayudar como lo hacen cientos, miles de mexicanos que si más no tienen para ofrecer a los hermanos en desgracia, ponen a su disposición sus manos, sus hombros, su pecho, su espalda.

Duele, han sido horas aciagas, horas largas de angustia, saber que muchos, entre ellos niños en las instalaciones de su escuela, están bajo los escombros y a la distancia con la oración permanente de que sea con vida. Acaso en este panorama desolador, rescatamos las enormes muestras de solidaridad de los mexicanos, héroes anónimos que de manera desinteresada han sumado sus manos y sus fuerzas a las de los elementos de las corporaciones mexicanas como la Marina, el Ejército, Protección Civil, Cruz Roja para remover escombros, para buscar sobrevivientes, para rescatar los cuerpos de los que desgraciadamente perdieron la vida.

Aunque también está el otro lado de la moneda, los que aprovechando el desconcierto y el cierre de calles, han aprovechado para asaltar a quienes de por sí en ese momento ya eran víctimas del pánico, los que aprovecharon la soledad de esas calles cerradas al tráfico para robar uno a uno los autos estacionados, y quienes haciéndose pasar como personal de Protección Civil tocaron puertas que les fueron abiertas por sus moradores, sólo para ser asaltados.

Los hay también quienes a través de las redes sociales, en horas de dolor y desasosiego, difunden y esparcen informaciones falsas, rumores del avecinamiento de nuevas tragedias, informaciones tan o más dañinas que el

propio sismo de 7.1 grados que, otra vez, en un 19 de septiembre, vuelve a devastar la capital de nuestro país. Esas son las dos caras de una misma moneda, porque suele suceder que en medio de tragedias como la que en estos momentos golpea a nuestro país –sismos, huracanes-, surge lo mejor de nuestra gente, pero también lo peor.

Dicen que mucho ayuda el que no estorba y, si usted no está en condiciones de ayudar a nuestros hermanos en desgracia, al menos no estorbe, utilice las redes sociales con responsabilidad, no divulgue información sin sustento, no recomparta rumores que lastiman por encima del dolor ya causado.

También y sin el menor afán de lastimar a nadie en estos instantes que casi todos los mexicanos traemos la sensibilidad a flor de piel: dejemos al menos en estos momentos, el activismo tan intenso que todos practicamos a través de las redes sociales, porque estos son momentos de trasladarlo a los hechos.

Por supuesto que siempre serán bienvenidas todas las cadenas de oración que en estos instantes sobre todo, reconfortan, alivian, son un bálsamo para el alma. Pero nuestros hermanos en desgracia necesitan mucho, muchísimo más que eso. No creo que nadie sea tan pobre que no pueda donar una botella de agua, o una lata de atún, o un kilo de azúcar o de frijol o de arroz.

Las necesidades son muchas para nuestros hermanos en la Ciudad de México, pero que no se nos olvide que los estragos del sismo golpearon también de manera dramática en Morelos, Puebla, el Estado de México. Si podemos, se requieren muchas cosas, colchones, colchonetas, cobijas, ropa, casas de campaña, catres, no importa que no sean nuevos, pero sí en buenas condiciones.

Apoyemos, aportemos, donemos no lo que nos sobra o nos estorba, compartamos una parte de lo que tenemos, de lo que más nos sirve, de lo que más usamos, para que el donativo sea de corazón. Llevemos pues ese activismo tan intenso que externamos diariamente a través de las redes sociales al terreno de los hechos, a la realidad.

Mantengamos de manera permanente nuestras oraciones por los que resultaron más afectados, por los que lo perdieron todo, por las familias de

quienes incluso perdieron a alguno de sus integrantes, pero acompañémoslo de apoyo constante y sonante, con apoyo real y efectivo. Hoy hay tantos lugares y formas para donar, que no hay ningún pretexto para no hacerlo.

¿Por cierto, tú ya donaste?