sábado, septiembre 28, 2024
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A LA BÁSCULA

Adiós Señor Matus

Julián Parra Ibarra

A principios de 1990 tuve la oportunidad de ver cristalizado uno de mis sueños y meta autoimpuesta en mis andanzas como periodista deportivo: emigrar del terruño para ir a la conquista de la capital del país, y hacerlo en el diario deportivo de mayor prestigio a nivel nacional, el periódico Esto, que durante muchos años fue algo así como la biblia de los deportistas mexicanos, amateurs y profesionales. Era imperdonable sobre todo para directivos, entrenadores y jugadores de las distintas divisiones profesionales del futbol mexicano, que llegara el mediodía, cada día, y no hubiesen leído ya el Esto.

El periódico mantuvo siempre bajo la dirección de Ignacio Matus Jiménez, un impresionante liderazgo a nivel nacional en el segmento de los diarios deportivos e incluso superaba en tiraje y circulación a muchos de los llamados ‘diarios nacionales’. Don Nacho, el Señor Matus -para quienes tuvimos la fortuna de haber trabajado a su lado y abrevar de sus muy vastos conocimientos, experiencia y capacidad-, o simplemente Nacho para sus amigos.

El primer día que lo tuve enfrente para entrevistarme, me presentó con él Guillermo Chao Ebergenyi, entonces subdirector de la Organización Editorial Mexicana porque yo había llegado ‘recomendado’ por don Mario Vázquez Raña. Me tuvo de pie a un lado del escritorio en el que aporreaba a gran velocidad la vetusta computadora en la vieja redacción, esperando hasta que al fin me dijo: véngase, para conducirme a su enorme y lúgubre oficina privada que pocas veces utilizaba. Apenas podía verlo, la escasa luz que había y enormes pilas de periódicos y papeles me lo impedían.

“¿Así que usted es de Torreón?”, me preguntó. Sí señor. “¿Y se quiere venir al DF”? Otra vez sí. Subió el tono de su voz y casi sentí que se me venía encima pasando por encima de las grandes pilas de periódicos y papeles sobre su escritorio “¿Está usted loco, cabrón?”, me dijo mientras yo veía cómo crecían

aquellos ojos que habitualmente se le veían pequeños por el efecto de sus gruesas gafas de ‘fondo de botella’. Tragué saliva mientras sentía que me hacía pequeño y me sumía en el sillón en que estaba sentado.

“Torreón es una ciudad preciosa”, me dijo bajando ya un poco el tono de su voz, “y usted quiere venirse a esta ciudad de locos”. El alma me volvió al cuerpo y la siguiente pregunta fue “¿Y cuándo se puede presentar a trabajar?” Nadamás deme chance de regresar a entregar mi trabajo en Torreón. “Eso no fue lo que le pregunté, le dije que cuándo se pueden presentar a trabajar”. Revisé el calendario y le di la fecha exacta. “Aquí lo espero”, me dijo y se puso de pie.

Señor Matus, le dije, y que papelería tengo qué presentar. “Ah no, yo no soy recursos humanos, usted tráigase todo lo que crea que le pueda pedir personal ¿Usted quería una oportunidad, no? bueno pues ya la tiene aquí lo espero –en la fecha que yo le señalé-”, respondió mientras encaminaba sus pasos para salir de su oficina.

Algunos amigos que tenía en esa época en el diario Ovaciones, se sorprendieron cuando les platiqué que ya tenía chamba y que regresaba a Torreón sólo a entregar mi trabajo ¿Vas a entrar al Esto, vas a trabajar con Nacho Matus? Me dieron de él las peores referencias como jefe, de tal forma que mis primeros días en el ‘Diario de los deportistas’ fueron tensos. De reojo cuando por las tardes regresaba a la redacción a escribir mis notas, veía al Señor Matus con su gesto siempre adusto y sus pequeños ojos detrás de sus gruesas gafas.

No, muy pronto me convencí –y quizá con su trato él me convenció-, que detrás de esa máscara de ogro, estaba no sólo un enorme profesional del periodismo deportivo, sino un extraordinario ser humano lleno de sensibilidad, un gran jefe dispuesto siempre a compartir sus legendarias andanzas. Me atrevo a decir que con 11 Mundiales a cuestas, es el mexicano que más Copas del Mundo vio, y cubrió. También me atrevo a decir que es el único periodista mexicano homenajeado por la FIFA por su impecable trayectoria, e incluso le entregaron una réplica de la Copa Jules Rimet.

El pasado miércoles con gran tristeza me enteré vía otro entrañable amigo, Jorge Carricart, de la partida del Señor Matus. En unos segundos pasó por mi

mente una película de mi estancia en el Esto, los breves pero grandes momentos que compartí con él. “¿Y esto que es?” me preguntó el día que después de un viaje a La Laguna, le llevé un par de garrafones de sotol “No. Se me hace que usted me quiere envenenar, cabrón, quien sabe qué será esto”. Al siguiente día me preguntó “¿Cuándo vuelve a ir a su tierra?” Le encantó tanto el sotol, que me pidió que cuando viniera a La Laguna, le volviera a llevar. “Esta delicioso”, me dijo escueto.

Hasta luego Señor Matus. Un fuerte abrazo hasta el cielo, con todo mi cariño, mi respeto, mi admiración y mi eterno agradecimiento hoy, mañana y siempre.