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A LA BÁSCULA

Jugar sin árbitro

Julián Parra Ibarra

Cuando el partido tendría que estarse jugando en la cancha oficial y con árbitro de por medio, el proceso de la elección para gobernador en Coahuila ha venido cayendo en una cancha que no le corresponde, y donde además los equipos –severamente confrontados-, juegan sin árbitro, sin abanderados, sin tarjetas y lo que es peor, sin reglamento, sin leyes.

La irresponsabilidad, el poco interés y valemadrismo manifestado por los integrantes del Consejo General del Instituto Nacional Electoral (INE), que prefirieron irse de vacaciones, a dorarse la piel antes que solucionar el conflicto postelectoral aunque con ello mantengan en vilo a un estado y a sus habitantes, han dado margen para que se hayan registrado muchos hechos en un escenario inédito en nuestro estado.

Se suponía que la elección realizada el pasado 4 de junio iba a resultar la más reñida, las competida, la más cerrada de la historia y así fue; se sabía que dado lo anterior, el proceso se iba a judicializar y que la última palabra la emitirían los tribunales, pero que de ahí no pasaría nada extraordinario. Sin embargo, ha sido el propio árbitro electoral el que ha venido sorprendiendo paso a paso, y que mantiene en un prolongadísimo impasse que tácitamente ha autorizado a los equipos contendientes a ir en busca de canchas dónde jugar.

Porque la cancha del INE está cerrada por vacaciones, y en la cancha de los tribunales no se puede jugar todavía, porque la pelota no ha sido enviada hacia allá.

Mientras, los equipos encontraron una cancha disponible: la de los medios de comunicación y las redes sociales -que es donde realmente están litigando candidatos y partidos, porque es la única que está disponible-, pero cada vez que uno de los equipos toca la pelota, el de enfrente alega ilegalidad y viceversa aunque ambos incurran en las mismas acciones, sabedores que sin ser esta una cancha oficial, en la que no hay árbitros, abanderados, ni tarjetas y tampoco reglamentos, pueden hacer lo que les pegue la gana, jugar como sea aplicando en muchos casos con rudeza innecesaria, mostrando la suela de los zapatos al rival cada que intentan frenarle una acción.

En la Oposición consideraron como una provocación el hecho de que se hayan reunido Rubén Moreira Valdez y Miguel Ángel Riquelme Solís para poner en marcha el protocolo de entrega-recepción porque –dijeron-, como el proceso está impugnado y no está definido, están tratando de ‘madrugar’.

Sin embargo –y es pregunta- ¿no equivale a lo mismo la reunión que días previos sostuvieron los ex candidatos e integrantes del boque opositor para anunciar que en la elección extraordinaria irían con una candidatura común? ¿Esto no es ‘madrugar’? No dicen ellos mismos que el proceso está impugnado y nada está definido ¿Por qué entonces ya se da por un hecho la anulación y realización de un nuevo proceso?

Ambas partes saben el momento del proceso en que estamos estacionados todos, partidos, candidatos y ciudadanos; y ambos intentan hacer su parte para tratar de meterle presión mediática y social en su favor para cuando el árbitro regrese después de haber terminado de dorarse la piel en alguna playa nacional o internacional.

Lo que sí creo que debe seguir su curso es el proceso de entrega recepción, porque si bien sé que el término a muchos les provoca urticaria, y agrade a unos y desagrade a otros, desde el momento mismo que el Instituto Electoral de Coahuila (IEC) y, como diría Felipe Calderón ‘haiga sido como haiga sido’, le entregó la constancia de mayoría a Miguel Ángel Riquelme, éste se convirtió en gobernador electo y ese es el estatus que sigue conservando hasta que ocurra una de dos cosas: que el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación se lo ratifique y llegue a convertirse en gobernador constitucional; o bien que el propio tribunal decretara la anulación de la elección, y que se tuviera que convocar a nuevas elecciones.

Esas son las dos únicas razones por las que Riquelme Solís puede perder el estatus que actualmente ostenta desde que le entregaron la constancia de mayoría: gobernador electo.

Y mientras el árbitro siga de vacaciones y por ello mantenga su cancha cerrada, los equipos seguirán disputándose palmo a palmo el terreno en una cancha que no les corresponde porque no es la oficial, sin árbitro, sin abanderados, sin tarjetas y sin reglamentos: la cancha de los medios de comunicación y las redes sociales, a donde el árbitro electoral empujó a los jugadores de los dos equipos, y hasta al público de la tribuna.