sábado, octubre 5, 2024
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A LA BÁSCULA

Sensación térmica

Julián Parra Ibarra

El nuevo presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, lo ha dejado establecido como una de sus frases más recientemente invocadas y extraídas de uno de los libros de su autoría: Si mi adversario es débil, lo aplasto; si es fuerte, negocio. Con México, sin embargo, pareciera que el cálculo fue mal realizado porque aunque ha encontrado debilidad en el Gobierno de la República, en su gente, en el pueblo, encontró una fuerza que todavía no se ha terminado de manifestar plenamente, y por tanto no es cuantificable todavía sus alcances totales.

Los exabruptos que Trump ha tenido con el presidente mexicano Enrique Peña Nieto, ha despertado un nacionalismo que no podía haber sido mejor descrito por el empresario Carlos Slim: nunca antes visto. Todos los sectores del país, empresarios, clero, partidos, políticos y gobernantes de los más distintos y disímbolos colores, tendencias o siglas, estudiantes, amas de casa, universitarios, campesinos cerraron filas en torno al Presidente de México más allá de como se llame, porque la intención es fortalecer la figura presidencial frente a ‘masiosare’, el extraño enemigo que pretende profanar con sus plantas nuestro suelo.

No es justamente un apoyo a Peña Nieto, no es a la persona a la que se ha venido cobijando, sino a la figura presidencial, porque en ésta está depositado el cuidado y protección de nuestra soberanía nacional. De las más distintas maneras se ha venido expresando ese apoyo, mayoritariamente a través de las redes sociales, utilizadas por el propio Trump como la herramienta más eficaz para arrojar estiércol a diestra y siniestra.

A través de las diferentes redes sociales se generaron campañas exaltando el nacionalismo frente a los desplantes del presidente norteamericano, para consumir lo nuestro y dejar de hacerlo con productos y servicios de origen estadounidense. Desde la inclusión de la bandera de México en las identificaciones de los perfiles, hasta definiendo las marcas de origen mexicano sugeridas para consumir en vez de las de las ‘gringas’ entre ellas,

McDonalds, Burguer King, Domino’s Pizza, dejar de comprar en Wallmart, Sams o ya no comprar autos de las marcas Ford y General Motors, que han cancelado proyectos en nuestro país.

También se ha invitado de dejar de ir de ‘shopping’ al otro lado de la frontera y dejar de vacacionar en los Estados Unidos; en vez de eso comprar los artículos de manufactura nacional, sobre todo lo artesanal, y viajar para conocer mejor nuestro propio país. Montado en esa misma ola, el gobierno del presidente Peña Nieto lanzó la campaña ‘Hecho en México’, aunque tuvo el desatino de hacerlo en un hotel propiedad de la cadena Hilton, de origen norteamericano.

“México es un país mejor en todos los órdenes al que ha sido antes en su historia”, escriben en el ensayo ‘Regreso al futuro’, Jorge Castañeda y Héctor Aguilar Camín. “En todo, menos en la opinión que tiene de sí mismo”.

¿Por fin hoy los mexicanos sí estaremos convencidos de la grandeza y riqueza de este país, de su gente, de su cultura, de su capacidad, de su ingenio, de su creatividad, del producto de su trabajo?

¿Los mexicanos, la sociedad civil, los ciudadanos, podremos generar verdaderamente con este sentimiento de nacionalismo renaciente, que el gobierno por fin cambie la imagen del sombrerudo dormido debajo de la sombra de un árbol con que nos identifican en muchas partes del mundo? Porque esa imagen es justo lo que los sucesivos gobiernos de nuestro país han alimentado, ya que les ha resultado más cómodo quedarse a la sombra de la economía del vecino país del norte, en vez de explotar todo el potencial de nuestro mercado interno y aún de otros mercados alrededor del mundo.

Esta, parece ser la inmejorable oportunidad para que nos cortemos el cordón umbilical de los Estados Unidos y dejar de depender de su economía, lo que desde siempre ha provocado que ‘cuando a Estados Unidos le da una gripita, a México le da una pulmonía’.

Si el gobierno no tiene la voluntad, la iniciativa ni la fuerza, ésta tiene que provenir del pueblo, de la gente, pero primero tiene que haber un convencimiento pleno así como creemos firmemente –dicen Aguilar Camín y Castañeda-, “que la corrupción es el mayor mal de la vida pública del país, y

que parece más profunda y extendida que nunca. Creemos esto, como en el fenómeno de la violencia, que la sensación térmica es mayor a la temperatura real de las cosas”.

Que la sensación térmica de nuestra capacidad y la calidad de lo que producimos sea pues mayor a la real, que nos convenzamos primero nosotros antes que al resto del mundo, que lo hecho en México, está bien hecho.