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A LA BÁSCULA

Sin rostro

Julián Parra Ibarra

Sin que de parte nuestra lleve la intencionalidad de ocultarnos para actuar con impunidad y cometer cualquier tipo de actos de prepotencia o abusos, pero no sería para nada mala la idea de que el gremio periodístico lanzara una iniciativa para que en este país se permitiera que los periodistas, sean estos reporteros, redactores, editores, fotógrafos, camarógrafos o conductores de noticieros o directivos, pudiéramos salir a trabajar encapuchados.

Debido a cuestiones de su seguridad personal, en algunos países –y en los momentos de más cruenta violencia se buscó instaurarlos también en México-, se crearon las figuras de los ‘jueces sin rostro’, sobre todo aquellos que llevaban casos en los que se estaban involucrados los grupos del crimen organizado, los grandes capos o representantes de poderes fácticos fueran estos del mundillo empresarial o político.

Con el argumento de que habría qué proteger la identidad de los elementos de las diferentes corporaciones de seguridad federal, estatales o municipales, a raíz de que se agudizó la violencia en México tras el inicio de la estúpida guerra contra el narco, decretada por Felipe Calderón Hinojosa, se hizo una constante que marinos, militares y policías de todas las corporaciones habidas y por haber, realizaran sus trabajos de patrullaje y de combate al narco, con el rostro cubierto.

Incluso cuando se hacía la presentación de narcos o delincuentes de alta escala por parte de las autoridades frente a los medios de comunicación, en las imágenes de televisión y las fotografías que publicaban los medios formales, los rostros eran ‘pixeleados’ para guardar la identidad de los servidores públicos, y qué bueno, porque así se evitaron seguramente muertes de elementos o de inocentes –sus familiares-, como un acto de venganza de parte de la delincuencia organizada.

En ese sentido qué bueno que a jueces y policías, militares y marinos se les guardó su identidad. En cambio los periodistas en todo el proceso de

violencia que se ha vivido –que se vive intensamente todavía en algunas regiones del país-, hemos tenido que seguir trabajando como siempre, saliendo a las calles, a reportear, a trabajar como lo hemos hecho toda la vida, dando la cara y firmando las notas con nuestros nombres, dando el rostro y sin usar seudónimos cuando se trata de la televisión.

¿Cuántos periodistas han muerto en este país en acciones emprendidas por la delincuencia organizada, y algunos más desde el poder pero disfrazados de ‘ajustes’ de los cárteles de la droga, al menos en la década más reciente? El gremio soportó a ‘pie juntillas’ todos esos embates y a lo más que se recurrió fue que en las redacciones de muchos medios se dejaron de emplear los nombres de los reporteros y se firmaban las notas solamente como ‘Por Redacción’.

En algunas entidades como la nuestra por fortuna los niveles de inseguridad en las calles han tenido un importante descenso, ya la gente puede salir a las calles, a los parques, a hacer vida nocturna, puede viajar por las carreteras de la entidad sin el temor de toparse con las caravanas de ‘las camionetas’. La limpieza de la casa si no es total, tiene un avance considerable, positivo y plausible.

¿Entonces por qué no dejan los elementos de las corporaciones de utilizar la capucha tras la que ocultan sus rostros? ¿Por qué los periodistas y los ciudadanos sí tenemos que identificarnos cuando una patrulla nos detiene así sea en revisión de rutina, y uno jamás sabe con quién está hablando?

Las capuchas recientemente, han servido para que malos servidores públicos se escondan tras de ellas para cometer cualquier tipo de abusos, de ilegalidades con actitudes prepotentes, amenazantes. Estos ya no son tiempos para que ni policías, militares ni nadie oculte su rostro. Se busca crear policías de proximidad social, pero ¿Hay proximidad social con quienes con armas largas, encapuchados incurren con frecuencia en actos irregulares, ilegales? Por fortuna no todos los elementos son malos servidores, también los hay con vocación de servicio.

Pero si se va a seguir permitiendo que los malos elementos sigan saliendo a ‘trabajar’ encapuchados, pues promovamos la iniciativa de que los periodistas también salgan sin mostrar su rostro, porque estos ‘servidores’

han tomado al gremio como blanco de sus ataques que siempre quedan impunes por el encubrimiento de sus superiores. El enemigo no somos los periodistas, el enemigo está en otro lado y ‘desde arriba’ lo saben.

Porque la de la pluma contra la espada –o actualmente ya contra las balas- es una lucha desigual y desproporcionada. Y eso, no se vale.