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A LA BÁSCULA

¿Qué nos está pasando?

Julián Parra Ibarra

La reciente sucesión de atentados en diferentes partes del mundo ha venido sacudiendo las conciencias de personas, gobiernos, organizaciones, alrededor del orbe. Desde el ataque a las Torres Gemelas en los Estados Unidos pasando por la irrupción violenta en Metro en España, contra el sistema de transporte en Londres, hasta los más recientes de Francia se vuelven incomprensibles para la naturaleza humana, resulta inconcebible procesar ideas como la de arroyar a personas con un camión, con un saldo de 84 personas muertas.

Tras todos los sucesivos ataques, sobre todo en los que se han registrado muertes masivas, de este lado del mundo y particularmente en nuestro país, ha llevado a los usuarios de las redes sociales a modificar la foto de su perfil con los colores de la bandera del país en turno que enfrenta un duelo, incluso si el motivo de éste es un fenómeno natural, es decir, un sismo o un huracán.

Nos conmueve y nos duele que decenas -y en algunos casos centenares de personas- pierdan la vida de manera violenta, y eso significa que estamos vivos, que todavía no hemos perdido del todo nuestra capacidad de asombro, que todavía hay hechos que nos conmueven, sobre todo en estos tiempos que pareciera que el mundo está girando al revés, que la escala de valores está invertida, y lo vivimos diariamente sin que nos parezca o quizá ni cuenta nos damos, que pareciera que nuestras sociedades se están deshumanizando.

Y sí, duele y conmueve lo de Francia, lo de España, lo de Estados Unidos, lo de Inglaterra, pero ¿y qué de lo que pasa en nuestro país? ¿Nos conmueve igual, nos irrita y nos mueve de la misma manera la desaparición de estudiantes en Ayotzinapa, las ejecuciones en Tlatlaya o la más reciente represión en Nochixtlán?

¿Igual sacude nuestras conciencias como mexicanos la gran cantidad de compatriotas muertos, ejecutados o desaparecidos tras el inicio de la estúpida ‘guerra contra el narco’ puesta en marcha por Felipe Calderón al inicio de su sexenio y que a la fecha no para? ¿Hemos colocado también en nuestros perfiles en las redes sociales con las permanentes tragedias que afecta a hermanos mexicanos?

Quizá muchos repliquemos el pensamiento de Fernando del Paso en la carta que escribió a José Emilio Pacheco al recibir el premio que lleva el nombre de éste: “(…) hoy también me duele hasta el alma que nuestra patria chica, nuestra patria suave, parece desmoronarse y volver a ser la patria mitotera, la patria revoltosa y salvaje de los libros de historia.

“Quiero decirte que a los casi ochenta años de edad me da pena aprender los nombres de los pueblos mexicanos que nunca aprendí en la escuela y que hoy me sé sólo cuando en ellos ocurre una tremenda injusticia; sólo cuando en ellos corre la sangre: Chenalhó, Ayotzinapa, Tlatlaya, Petaquillas…. ¡Qué

pena, sí, qué vergüenza que sólo aprendamos su nombre cuando pasan a nuestra historia como pueblos bañados por la tragedia!”.

Ahora, habría que incluirle también Nochixtlán, Pungarabato o reescribir San Juan Chamula y recordar tragedias del pasado reciente en esa tierra chiapaneca.

Aunque ciertamente –como lo escribe Sergio Aguayo Quezada en su libro ‘De Tlatelolco a Ayotzinapa, las violencias del estado’-, “tenemos razones para estar indignados y preocupados, pero a la sociedad no le corresponde utilizar la fuerza para combatir la violencia. A la sociedad le compete organizarse para exigir al Estado que recupere el control perdido sobre el uso de la fuerza y la someta a la legalidad”.

Aguayo dice que el motor que le llevó a escribir ese libro fue, “para demostrar que el Estado es el principal responsable de las perversiones que ha vivido su monopolio legítimo de la violencia”. Porque de pronto la inmovilización, inacción o de plano el valemadrismo de las autoridades lleven, sin que se justifique bajo ninguna circunstancia, a que la gente tome la justicia en sus manos.

Y a lo mejor estamos indignados y preocupados, pero de pronto pareciera que nosotros mismos influimos en esa reversión en la escala de valores. Y esto es a nivel mundial, en la llamada aldea global y uno no termina de entender ¿qué nos está pasando?