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A LA BÁSCULA

Voto nulo

Julián Parra Ibarra

Durante el tiempo de las campañas electorales de cara a la elección federal intermedia que se realizará en nuestro país este domingo, surgieron con fuerza dos movimientos: uno de ellos y el más extremista es el del boicot a las elecciones e imponer por la vía de la fuerza y del miedo, su intención de que no se realicen las elecciones, obligar a que la gente no vote; el otro es el de los anulistas, los que están invitando a ir a las urnas, pero de manera deliberada anular la boleta que van a depositar.

El primero de ellos, -ya lo dije- es extremo y por medio del miedo, del terror, de la violencia, de la estridencia, de la pirotecnia y las balas y el garrote, pretenden provocar primero que no existan las condiciones adecuadas para que se realice una jornada comicial, impedir de hecho la instalación de casillas y de los consejos distritales; y con todo ello, inhibir que salgan a votar los ciudadanos que sí tienen la intención de hacerlo.

Su argumento es que la elección es una farsa y que no van a validarla. Pero nadie pude ni debe imponer por la fuerza su propia decisión; es decir, que si quienes promueven este movimiento no tienen la intención de ir a votar están en todo su derecho de no hacerlo, pero no pueden obligar a los que sí tienen la intención de votar, a que no lo hagan.

El debate quizá esté centrado entre los anulistas y los antianulistas, cada uno esgrimiendo sus propios argumentos para sustentar sus encontradas posiciones. Unos dicen que ir a votar es ser cómplices de la clase política; los otros sostienen que anular el voto es dejar que otros decidan.

“¿A dónde se va tu voto nulo? ¿A quién le perjudica? ¿Para qué sirve? ¿Es una buena o mala idea que anulemos nuestro voto como una forma de castigo a los partidos políticos por su mal desempeño?”, cuestiona Roberto Duque Roquero, profesor de derecho electoral  de la Facultad de Derecho de la UNAM, a través de un video en YouTube (https://www.youtube.com/watch?v=1CUmtkpq0Dc), publicado el 7 de mayo pasado y que hasta la tarde de ayer llevaba 205 mil 870 reproducciones (si no lo ha visto, le invitamos para lo analice con calma).

En éste, explica detalladamente su punto de vista utilizando casos hipotéticos y reales, para explicar que los más perjudicados son los partidos chicos que corren el riesgo de perder el registro si no llegar  al 3% de los votos totales, y los principales beneficiados son los partidos grandes, los que tienen más estructura, militancia y un voto duro que por sí mismo les dará la posibilidad de allegarse el número de votos no sólo para conservar su registro, sino para alcanzar el número de curules, ‘ganarse’ los recursos económicos para los siguientes tres años, así como los tiempos de spots en radio y televisión para la próxima campaña.

La explicación la detalla Duque Roquero en el video, por eso la sugerencia de que lo vea con calma, y dice que si todos los indecisos anularan su voto, el voto duro de los partidos grandes les permitirá aumentar sus porcentajes, “votar nulo en México no es una buena idea (…) el nulo y el abstencionismo son parientes muy cercanos”.

José Woldenberg, ex presidente del desaparecido IFE y quizá el hombre con mayor reconocimiento y calidad moral para hablar del tema electoral en nuestro País, ha manifestado también la inutilidad del voto nulo, que quizá sirva para expresar el malestar de la gente, pero no va a impactar en la conformación de los gobiernos ni de los congresos. “En ese sentido el voto nulo no tiene impacto”, declaró en entrevista con la revista Punto de vista (http://www.revistapuntodevista.com.mx/mexico/woldenberg-hace-pedazos-el-mito-de-anular-el-voto/68969/).

Percibe entre la gente poca esperanza en el proceso de este domingo. “El problema es que para muchos, votar es elegir entre ser devorado por las ratas o morir ahogado. Muchas veces la gente va a la urna con la opción de votar por el menos peor, pero no siempre es así”.

Sin embargo, sostiene que el voto es para decidir, y la gente se queja de determinados o cuales partidos, que quisieran no verlos en las boletas, pero se pregunta ¿Quién decide qué partidos aparecen en las boletas?, y él mismo se responde “los propios electores, votando; hoy tienen la ventaja de que los partidos deben refrendar su permanencia obteniendo al menos un 3 por ciento de la votación válida. Incluso ni para definir esto cuentan los votos nulos”.

El catedrático Roberto Duque califica como ‘románticos’ a quienes piensan que anulando su voto, los partidos aprenderán la lección, recibirán un golpe moral, un baño de conciencia cuando se enteren de que hubo muchos votos nulos. “Pero no, para baños de conciencia ahí tienen todos los sondeos de opinión en los que desde hace años los partidos políticos aparecen en el sótano de la estimación ciudadana, y no parece haberles consternado mucho. Con esta legislación que ellos mismos hicieron, tu voto nulo es un tiro por la culata”, asegura.

¿Cómo podemos hacer entonces para incentivar a que los partidos mejoren?, pregunta y responde: “Hombre, si los recursos se van a ir de todas maneras a algún lado, digamos a donde, habrá que ir y votar por la opción que nos parezca mejor o la menos mala, porque si no, con nuestro abstencionismo o voto nulo estaremos beneficiando por igual a todos los partidos que quedan”.

La periodista Denise Dresser una de las figuras públicas que más ha difundido y defendido la posición anulista, sostuvo en los días recientes una serie de debates, con el propio Roberto Duque Roquero en el espacio de noticias de Joaquín López-Dóriga en Radio Fórmula, y antes con Javier Aparicio, investigador y especialista en temas electorales del CIDE en Foro TV en el espacio de Leo Zuckerman; también expuso su punto de vista con Carmen Aristegui en CNN.

En términos prácticos, al final del día cada ciudadano tiene la libertad de elegir si va o no a las urnas, si lo hace si vota por el partido o candidato de su simpatía, si lo hace por el menos peor o si anula su voto. Esa es una decisión personalísima y nadie puede obligarle a usted que decía una acción contraria a lo que ya ha decidido.

Pero ojalá que de los poco más de 83 millones de mexicanos que están en condiciones de ejercer su voto este domingo, la mayoría acudieran a las urnas y echaran por tierra esos pronósticos catastróficos de que habría un 38 por ciento o cuando mucho 40 de participación ciudadana, lo que equivale a decir que 60 por ciento o más se abstendrían de ir a votar.

Si no están convencidos de la oferta de los partidos grandes, podría darse un fenómeno como el que ocurrió recientemente en España, que hartos de los partidos grandes, los españoles pulverizaron sus votos otorgándoselos a ‘la chiquillada’. Esa podría ser una salida, pero no abstenerse, no dejar de votar.

O al menos mientras en nuestro país no cambien las reglas, mientras en México el voto nulo en términos reales sea un voto que se va al basurero, mientras que aquí no suceda lo que en otros países –como Colombia, por ejemplo-, en los que en las boletas electorales por mandato de ley además de los recuadros de los partidos participantes, ofrecen otro con la leyenda ‘Voto blanco’ que los ciudadanos pueden cruzar si ninguno de los partidos o candidatos les convence, pero éste es contabilizado como voto válido. Y mientras que aquí cambian las reglas de juego, no termine por regalarle su voto al partido que menos desea ver en el poder, que es lo que realmente hace cuando se abstiene o anula su voto.

laotraplana@gmail.com

Twitter: @JulianParraIba