En un mismo costal
A la memoria de mi amigo Manuel González ‘El Menny’, quien este viernes habría celebrado su cumpleaños. Un abrazo cariñoso a Diana y a su pequeño hijo
Julián Parra Ibarra
En aras de lograr una legitimidad no obtenida en las urnas, al principio de su mandato Felipe Calderón, sin haber ‘tocado base’ con nadie ni consensuado la magnitud de su decisión y la capacidad o no de parte del Estado Mexicano para enfrentar las consecuencias de la misma, decidió unilateralmente declarar ‘la guerra contra el narco’.
Sin un análisis previo ni un diagnóstico de lo que aquello iba a provocar, lanzó a las calles al Ejército Mexicano para que fueran la punta de lanza para tratar de contener la pateada de avispero que había dado. Aquello fue solamente el inicio de una impresionante escalada de violencia que hasta nuestros días no ha podido encontrar su punto final, con todo y que se diga que en algunas regiones o ciudades del país la violencia ha disminuido. De ser cierto, el País no estaría viviendo los momentos inéditos que estamos viendo.
Calderón y su equipo, metieron en un solo costal todos los delitos, y se intentó combatir con palos de ciego durante mucho tiempo, a los problemas del narcotráfico, del narcomenudeo, del secuestro, de la trata de personas, de los asesinatos masivos, de las ejecuciones, de los ajustes de cuentas, de los enfrentamientos con armas de grueso calibre casi a cualquier hora en muchos de los principales centros urbanos del país.
Es decir, todo contaba para el gobierno calderonista como ‘delincuencia organizada’, y como tal a todos los delitos se les combatía de la misma forma
y de manera simultánea. No hubo, de alguna manera una ‘clasificación por categorías’ de delitos, para identificar a los de mayor impacto social, y poder atacarlos con una estrategia más focalizada.
No, para el Gobierno Federal tenía la misma importancia un narcotraficante, que un secuestrador, que un narcomenudista, que un sicario o un tratante de personas, y aquello –como dice la canción La Maza, de Silvio Rodríguez- se convirtió en un revoltijo de carne con madera.
Calderón terminó su sexenio y se fue muy horondo, dejando tras de sí como herencia, una estela de sangre, dolor y muerte que, insisto, hoy no ha podido tocar fondo. Como lo que mal inicia, mal no ha acabado de terminar.
En la actual administración federal encabezada por Enrique Peña Nieto, cuando parecía que llegaba al final de su primer tercio en caballo de hacienda, con la imagen de un gobierno reformador y hasta cierto punto tolerante, negociador y conciliador, de pronto el agua se le salió del huacal con el problema de los 43 estudiantes desaparecidos en Iguala, Guerrero.
Las manifestaciones y expresiones de repudio que escalaron de los gobiernos, municipal de Iguala y estatal de Guerrero, muy rápidamente llegaron al federal. Es evidente que desde un principio hubo un muy mal manejo de la crisis, lo que permitió que el problema creciera de manera insospechada de tal forma que hoy los ojos del mundo están puestos en nuestro país, porque el Gobierno Federal no atina a darle una solución a las cada vez más numerosas manifestaciones y encendidas expresiones de la gente ya no solamente en cientos de puntos en nuestro país, sino también en el extranjero.
La protesta social ha alcanzado por igual escenarios deportivos, que culturales, artísticos, y hasta eclesiásticos: en Torreón en las peregrinaciones guadalupanas, los sacerdotes laguneros peregrinaron con una playera encima de sus sotanas, con la leyenda ‘¡Ya basta!’ en alusión a los momentos de violencia que se han multiplicado en el país, condenando sí a los violentos que han tratado de desvirtuar las marchas y mítines con demandas justas,
pero finalmente su manifestación va en torno a todo lo que vivimos hoy en día en México.
En los días recientes el presidente Peña Nieto ha anunciado una serie de medidas tratando de amainar el temporal, algunas de alcance nacional, y otras más particularizadas para el estado de Guerrero, la hoguera de la cual saltaron todas las chispas que han incendiado otros puntos del país.
Una de ellas tiene que ver con el anuncio de desaparecer a las policías municipales para establecer en cada entidad un mando único policial, asumiendo así que todas las corporaciones municipales están infiltradas por la ‘delincuencia organizada’, pero otra vez se volvió a la misma práctica de meter a todos en el mismo costal, y mejor borrar todo de un plumazo, antes de intentar apoyar a los municipios para sanear a sus corporaciones.
Me parece que no se puede clasificar y tratar por igual a municipios como Monterrey, Guadalajara, Puebla, León, Querétaro o hasta Saltillo o Torreón por mencionar algunos, con los municipios enclavados en la llamada ‘Tierra Caliente’ o en ‘La Montaña’ de Guerrero.
En días recientes el Jefe de Gobierno del DF, Miguel Mancera, por ejemplo, mencionó que hasta el 2012 en México había 400 municipios que no contaban con un solo policía municipal, pero había muchos otros que tenían personal, pero no contaban ni con armas ni con patrullas.
En el caso de los municipios que sí cuentan con personal, vehículos y armamento, sin embargo, son contados los casos de los que han profesionalizado –en todos los sentidos- a sus corporaciones, con capacitaciones, armamento y sueldos para que sus policías puedan enfrentar el fenómeno de la violencia a la altura de las circunstancias que exige el momento.
Se ha vuelto a recurrir a la política de meter ‘a todos en el mismo costal’, y de manera unilateral revivir el proyecto inicialmente impulsado por el gobierno de Felipe Calderón, en el sentido de crear un mando único en cada entidad, sin antes haber probado su real y verdadera efectividad. Miguel Mancera
dice que el DF es un ejemplo de cómo funciona con efectividad el mando único, porque en su territorio los jefes delegacionales no tienen el control de las policías, sino que dependen de la Secretaría de Seguridad Pública del DF.
Como un pequeño botón de muestra, el Gobierno Federal debería establecer un ‘laboratorio’ para estudiar la efectividad de la desaparición de las policías municipales, en La Laguna de Durango, donde desde hace dos años no existen las policías municipales de Gómez Palacio y Ciudad Lerdo. Aquí en un estudio y análisis serios, podrían conocer de los resultados de la conveniencia o no de la desaparición de las corporaciones municipales. Si tienen voluntad, claro está, y si de verdad quieren probar su efectividad o no. laotraplana@gmail.com
Twitter: @JulianParraIba